jueves, 7 de mayo de 2009

Un par de pollazos.




Madrid sigue como siempre, con su grandeza y su miseria, con su palacio y su chabola, con su altanería y su generosidad.
Establecido el campamento en el castizo Chamberí fui haciendo expediciones

Gocé de las croquetas y la merluza en Casa Manolo mientras en la mesa de al lado se oía la inconfundible voz de Manuel Alexandre que, con su asistenta, atacaba sin piedad el consomé y unas morcillas a pesar de sus 91 años. No sé qué tiene la calle Jovellanos para que en tan poco espacio uno encuentre dos sencillas e inigualables opciones gastronómicas, la otra es el Txoco de la Casa Vasca: arroz con setas, lomo adobado con pimientos del piquillo al más puro estilo de Zarautz, como los hacía el padre de un amigo que era, como tantos catalanes en décadas pasadas, comercial de una empresa de alimentación, aprendió la receta in situ, él mismo confiesa que hay un secreto en la fritura pero claro, como fiel seguidor de los agustinos que le educaron, no lo revela. Volviendo a lo que iba, que me pierdo en la prosa insulsa: restaurantes sencillos pero honrados, el precio se ajusta a la elaboración y gusto e incluso es generoso.
En otros lugares uno no duda de la calidad o el trato, lo que si duda es de la honradez al poner un precio u otro tan sólo porque nobles posaderas literarias han tomado café o achicoria en sus sillas. Ahora que lo pienso, recordando el sabor del café que me tomé y el precio que pagué por él, sí, cabe poner en duda también la calidad pero basta con no volver y asunto arreglado.

Para no perder la costumbre revisité el Guernika, me regalé con las fotos de Kappa y tan sólo comentar la magnifica ampliación de la parte posterior del Reina Sofía que yo aún no había visto.

Cual vaca suiza paseé por el Prado, también ampliado hacia los Jerónimos: no sé que tiene el Prado que me deprime, será tanta muerte pintada, eso sí la colección de estatuas clásicas (exposición temporal Entre Dioses y Hombres) era maravillosa, sobre todo las pequeñas piezas policromadas que dan fe de lo horteras que eran los romanos (sic Mayer dixit allá por los 90).

Como siempre me deleité en el Thyssen, aun hay tiempo para visitar La Sombra que parte de la fábula de Plinio el viejo. Impagable Rembrandt, Hombre sentado leyendo en la mesa de una habitación noble (el título es tan largo como majestuoso el cuadro) e impecable Spilliaert con La Noche.

Me entretuve una hora y poco más espiando la vida privada de Sorolla en su casa, me solacé en las sombras de su jardín, envidié sus fuentes y aquel remanso en la transitada Martínez Campos.

En cuanto a los pollazos a saber: un programa estilo España Directo, una presentadora y una colaboradora en el lugar del hecho, unas charlas (o algo parecido, no lo recuerdo) acerca del etiquetado de los productos alimenticios y como reclamo un par de pollos king size. La presentadora da paso a la noticia, la colaboradora con el par de pollos detrás, la conexión, la presentadora estalla ebria de pasión y le encasqueta la siguiente afirmación a la colaboradora:
“Vaya par de pollazos tienes ahí”
Creo que algún otro programa de tv ya recogió este hecho con el consiguiente cachondeo.
Madrid y abril combinan bien, abril y Madrid le sientan bien a uno, le sientan bien a cualquiera que tenga todavía un pedazo de alma.